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Chicharrones en el Mercado Central.

cioso bar, con un siglo de vida y una preciosa

terraza de aire toscano (sólo estropeada por el

tráfico) las venden y por un precio de risa. Está

en la plaza de Vargas Ponce, a metros de Cana-

lejas y la calle San Francisco. Sólo se distribu-

yen lunes y jueves.

Macarons de Le Poeme

Los golosos del mundo que por un casual vivan

en Cádiz o pasen por esta ciudad tienen

muchos motivos para dejarse caer por Le Poe-

me, a casa de Marie, pastelería imprescindible.

Está en Alcalá Galiano (alias, calle Londres),

junto al Mercado Central.

Chicharrones en el Mercado Central

Cuidado que chicharrón, en cada región, signi-

fica una cosa distinta. Es como churrasco, que

es una pieza u otra de carne, hecha de distinta

forma, según el país o la comarca. En Cádiz, los

chicharrones que no llevan el apellido ‘espe-

ciales’ (estos son los cortados en lonchitas)

van en un buen papelón. Son bloques de carne

de cerdo frita en manteca colorada (todo muy

macrobiótico, casi vegano). Es un aperitivo

obligatorio entre lugareños tradicionales. La

versión cochina y modesta de los bastones de

fuet o los tacos de jamón. Grasientos, sin men-

tirnos. Un endocrino los detestaría. Un goloso,

no. Si te pasas, ya no podrás almorzar. Cuando

están frescos y bien hechos, hasta calentitos,

provocan el éxtasis en los carnívoros cerdófi-

los. En el Mercado Central los venden en una

docena de puestos.

Con esta delicias puedes

picar sin sentarte ni

detenerte, como un

turista en tu propia

ciudad

boca, dulce al oído, sin empalago. Encima, es

el más saludable e hipocalórico producto que

puede comprarse en una pastelería, el de

menor carga de grasa. Esta palmera es una

obra de arte aunque aquello es para llevarse el

expositor entero: fernandín, lengua de obispo,

cañas…

Papas fritas del Corralón

De todas las papas fritas artesanas, en rodajas,

de perol y papelón, son de las mejores de la

(pequeña) ciudad. Esquivan el peligro de ser

grasientas con una fritura cuidadosa in ‘your

face’, muchas horas de vuelo del autor y buen

aceite de circulación frecuente. Hay gente que

recorre decenas de metros (en Cádiz es mucha

distancia) para buscarlas. Tiene dos tiendas,

una en la plaza viñera del Corralón de los

Carros y otra en Extramuros, en la calle Escalzo

(junto a Plaza de San José). Merece la pena

separarse de la avenida o el Paseo Marítimo

esos 200 metros por catarlas. Y son la mar de

portátiles. Y, obviamente, no son ni caras.

Fruta portátil de Frutal

La Organización Mundial de la Salud le debe

un premio a Juancho. Su elixir natural de

naranja las conserva hasta 72 horas. Tarrinas

de exquisitas frutas cortadas y preparadas,

hasta las pepitas les quita (como dijera el gran

Pepe Monforte). Se llaman Frutal. Dosis indivi-

duales con su tenedor mínimo, listas para

tomar. Son macedonias que cambian según

temporada. Igual tocan los mejores tropezones

de melocotón que bolas de melón o sandía,

grosella, mango, lo que tercie porque seleccio-

na lo mejor de la lonja. En Las Nieves, un deli-