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-6­

Los cat6licos creemos, con san Agustin, que si acepta­

mos el Evangelio, y por lo nismo .todos los libro:-; del

Antiguo Testamento, es porgue nos persuade de su cer­

tidurnbre la Autoridad de la Iglesia:

Ego Evangeli'o

non crederem, nisi me Ecclesiae moveret auctoritas.

(1) Tenemos pues un criterio firme, perfectamente se­

guro en q ue apoyarnos, criterio cert,ificado por la tra­

dici6n, por la historia y por la experiencia de mil no­

vecientos afios. ·

Ahora resta saber a cual de las innumerables sec­

tas pertenecen los sefi.ores misioneros de\

cu~co,

y si

todos ellos ·estan de aGuerdo en la confesicm de un mis­

mo simbolo, porque hay que tener en cueuta el dato

histbrico sigqiente: como la interpretaci6n privada <le

la Bihlia

es

su unico principio, resultando de esto que,

como alguien decia, en el Protestantismo,

tot capita

quot sentenciae,

suelen encontrnrse sectas como la de

los cuaqueros, los mormones, etc,, que por cierto ofre­

cen peligros muy serios para la moral. iDiran que

son anglicanos?; pero iCOlllO impedirian a

SUS

alunmos

que, siguiendo su doctrina, quieran declararse calvi­

nistas, 6 socinianos,

6

lo que mejor se les antoje?: iC6­

mo contener este torrente invasor que, falto de fe, se

precipita de abismo en abismo sin que nada le emba­

rat.:e?

Ouando se presenta un misionero cat6lico, se sabe

lo que quiere, se reconoce la unidad de doctrina que

profesa con los socios que lo acompafian, y su predica­

ci6n se r educe a estirpar vicios, y

a

estimular

a

la

practit.:a de las virtudes cristianas. No son

fuertemen­

te

rentados

para ejercer su misi6n, y observan el lema

de san Pablo:

habentes autem alimenta, et quibus te­

gmnur, his contenti snmus

(2). Los hechos

qrn~

esto

confirman son patentes, tan to en Europa corno en Ame­

rica, y con particular especialidarl en los pueblos de in:fieles,

a

quienes tratan de

c~tequizar

aun

a

riesgo de

su'propia vida. Los Anales de la Propagad6n de la Fe,

nos ofrecen dia por dia estos ejemplos de abnegacipn

verdaderamen te evangelica.

(1) De Eccl. 1, art. 2

y

3.

(2) Timoteo, Ep. 1.•VI, 8.