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directora de la escuela, es formar una cooperativa

de elaboración de alimentos en Queguayar, donde

las mujeres que permanecen en el pueblo mientras

sus esposos trabajan en el campo, puedan tener

una actividad propia y un ingreso económico. La

semilla de este sueño comenzó con la realización

de talleres integradores con las familias acerca

de qué conviene plantar y por qué vale la pena

cultivar una huerta. Ahora, con los resultados de la

huerta escolar a la vista, la mejora en los hábitos

alimenticios ya son una realidad.

MEJORA EN LA

ALIMENTACIÓN

Las familias del lugar cuentan que hace muchos años

que ya no se plantaba en la escuela. “Le decías

remolacha y los chiquilines no sabían lo que era,

comían muy poca verdura”, cuenta de los Santos. En

cambio ahora con la huerta escolar comen verdura

todos los días. “Ellos cuando vuelven me cuentan

qué comieron al mediodía y ahora siempre es

pascualina, sopas, canelones de verdura”, añade.

La directora además, señala que tener la huerta

“fue una gran ayuda para el comedor, siempre

hay verdura fresca y sana”. Lechuga, arveja,

acelga, habas, cebolla, morrón, perejil, zanahoria,

remolacha, todas esta variedad de verduras integran

el menú escolar. Como complemento, se plantaron

además, 20 especies de árboles frutales.

Los niños, por su parte, disfrutan del trabajo al

aire libre. “Se entusiasmaron mucho desde el

principio”, señala la directora. Ellos cuentan que

les encanta plantar, regar y hasta sacar los yuyos.

Pero principalmente ansían cosechar los frutos de su

trabajo. “Ellos vieron que lo que estaban comiendo

era la verdura de ellos, cosechada con su propias

manos. Vieras lo que comen de verdura ahora”,

cuenta Rodríguez acerca del cambio que produjo

“La huerta le da otra vida a

la escuela. Ayuda a que la

gente se una un poco más,

es una forma de trabajar

por el pueblito”,

dice María del Rosario de los Santos,

madre de Santiago y Gastón de

10 y 11 años.

SE REFUERZAN LOS LAZOS COMUNITARIOS

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MEMORIA ANUAL 2014