nocimientos que á continuación señalo; pero,
antes de ello, me permito observar lo sig-uien-
te: en el mundo, no hay hombres perfectos,
ni hombres fenómenos en el cumplimiento de
una labor más pesada que lo que humana
mente se puede resistir, y en consecuencia,
para conservar el mayor tiempo posible al
cantinero, tenerlo siempre contento, j' poderle
exigir que cumpla lo más correctamente que
se pueda con todas sus obligaciones, debe
principiarse antes que todo, fKsr señalarle
un tiempo justo y razonable para su trabajo,
esto es: nunca obligarle á trabajar más ho
ras que las que buenamente pueda permane
cer en su puesto; esas horas pueden concre
tarse á seis ti ocho, luego tres ó cuatro de in
tervalo para descanso, y después otras seis ú
ocho de labor; ó en otra forma, señalándole
diez ó doce horas diarias de trabajo no inte
rrumpido, y el resto para descansar; si en
cambio de esto, se le obliga á permanecer en
el despacho de la cantina desde las seis de
la mañana hasta las altas horas de la noche,
el dependiente no podrá estar correcto en su
puesto, pues hay que considerar que un can
tinero no es un criado, sino el amigo del clien
te, al que le va á contar éste, con frecuencia
sus confidencias, que el otro, está obligado á
escuchar con benevolencia y sin dar mues
tras de desagrado. Dándole á un cantinero
sus horas de trabajo justas, podrán sus pa
trones exigirle que se maneje con urbanidad
y corrección con sus parroquianos, lo cual
hará de buen grado; pero fatigándole ó exi
giéndole demasiadas horas de labor, ni ten
drá tiempo suficiente para asearse, ni podrá
atender á sus asuntos particulares, ni estará
nunca de buen talante y quizá ni correcto en
su oficio. Habrá tal vez, algunos dueños ó en-
cargadosde cantinas que opinenquede resul
tar estas deficiencias en la servidumbre, serían
fácilmente remediables con desocupar al in-
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