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otro lado de la orilla es más verde. Yo comparaba mi situación con mis

amigos de “Estudio”, que ya estaban en la vida universitaria. Envidiaba

su facilidad para poder hacer lo que quisieran en el fin de semana, tener

tiempo libre... Es algo que yo no viví desde los 19 hasta los 29, pues in-

cluso en verano las selecciones y la pretemporada reducían tus vacacio-

nes. También echaba de menos la propia relación con mis amigos, el es-

tímulo intelectual, el perderme eventos importantes. Lo cierto es que

me daba cierta nostalgia. Pero, a fin de cuentas, el baloncesto en aquel

entonces era mi vida y me aportó muchísimo tanto profesional como

personalmente. Respecto a las salidas al extranjero, para mí fue un

modo de completarme más como persona. Tal vez llega un momento

en el que compruebas que tu calidad no es la misma o que los retos a

los que puedes aspirar han cambiado. En esa situación, por decirlo de

un modo burdo, me hice un Erasmus deportivo. Jugar fuera de España

me daba la posibilidad de conocer otras culturas y de seguir ganando

cierto dinero con ello. Era una plataforma para canalizar una salida que

de otra manera habría podido ser más drástica. En el deporte de élite

las despedidas son muy complicadas. No es fácil admitir ante uno mis-

mo que no se puede dar más, puesto que con la mentalidad que se nos

ha inculcado es casi una incitación para seguir compitiendo. Mi expe-

riencia deportiva fuera sirvió para suavizar ese impacto y encontrar una

paz personal a la hora de afrontar la hora del adiós.

carlos hernández:

Al filo de los treinta tomas una decisión que tal vez

vista desde fuera pueda parecer sorprendente. Te retiras de las can-

chas con 29 años y te dedicas a terminar tus estudios de Derecho.

Con 29 años, ¿aún tenías baloncesto que ofrecer? ¿Qué te llevo a to-

mar esa decisión?

José lasa:

El anhelo de lo que me estaba perdiendo en la otra orilla, las

inquietudes. Si hubiera tenido la paz de espíritu que no tuve, lo hubiera

dejado con 24 ó 25 años. En ese tiempo consideraba que ya había hecho

lo que tenía que hacer. Llevaba desde los 16 años jugando a un nivel

muy alto y cada vez era menos lo que el baloncesto podía ofrecerme

como deporte. Siempre estaban el aliciente de los títulos o las experien-

Fomentar la creación estética y la educación física

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