Quién ata y desata el duelo,
inhala sospecha y miedo,
y delata con el dedo,
la incoherencia en desvelo.
¡Sal vida de tu recelo!,
laureada, transparente,
afirmada, diferente;
¡admira en su costumbre el río!,
desde que nace a su albedrío,
siempre en la misma corriente.
A veces se mira ingente,
quién amparado en protervia,
magnifica su soberbia,
teniéndose por prudente,
y ríe por llorar la gente,
y llora en dicha vecina,
cuando la envidia inquilina
poco a poco se apodera,
e infame y vulgar espera,
erigirse en la heroína.
Dulce alborada camina,
incitando al dulce vuelo;
¡vuela lejos del señuelo!,
del aire que contamina,
donde el alma dictamina.
¡Escoge la verdad caída!;
¡siempre tú, tu misma, vida!,
mira como el fiel espejo:
el más limpio y el más viejo,
nunca empaña, nunca olvida.
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