El Pintón se enclava en el antiguo taller de
confección y el precioso patio con columnas
de mármol y arcos de ladrillo del edificio Peyré
reformado por Aníbal González. Lo que es su
mayor activo, el sello del arquitecto regionalis-
ta, podría haberse convertido en un lastre difí-
cil de soltar. Pero lo han sabido resolver con un
mobiliario de líneas muy limpias, con vocación
de mueble de jardín en una reinterpretación en
clave actual del patio sevillano. Gran acierto
que la paleta de colores parta de la azulejería
trianera de finales del siglo XIX: amarillo y
azul, sobre la base neutra de la madera natural
y el revoco de cal de las paredes. La entrada
perfecta, con su celosía llena de cactus, la
pareja de columnas de mármol, las paredes
recubiertas de blancos tablones y la reja de
arabescos, anticipo de lo que luego veremos
desarrollado en el interior.
Las grafías de los grandes ventanales de Tata
Pila son toda una declaración de intenciones:
bistró andaluz, tapas, cócteles, vinos… recor-
dándonos esos establecimientos franceses que
se popularizaron por sus comidas caseras. La
calidez de los tejidos utilizados en los asientos,
los reflejos dorados, la profusión de espejos,
pero, sobre todo, los baños –espaciosos, retro,
divertidos- hacen que sea otro imprescindible
dentro de los nuevos espacios gastronómicos
sevillanos.
Tata Pila
El Pintón
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