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PEDRO CHICOTE

paja se corona con la presión de dos, flores de car–

mín que,

al

separarse, dejan una huella rosada, co–

mo si a la paja se le hubiese agolpado

kt

sangre al

sentirse besada.

Los

b~bedores

manotean sobre

;

el ancho mos.tra–

dor como si pretendiesen escalarle. Y a no pueden

subir más. El hombre del

bar

sonríe satisfecho. A

las' banderitd,; nadie llega. . 'Todos tendrán que abo ....

nar la suma fabulosa de su sed de-

·

fOlores como

s~

b6'bieran jugo de piedras preciosas.

*

* *

El autor de este libro, el insospechado barman

del valle abstemio de Beni Aros, publicaJ los cente–

nares de fórmulas de su sabiduría, que servirá1i de

te:>:to a los que tengan vocación. Es un rasgo de in–

genuidad. No es suficiente la fórmula; la

grac~

diabólica de que debe estar tocado el hombre del

bar

no puede dosificarse. Un prestidigitador me enseñó

la trama de sus juegos-algo así como la dosifica–

ción del barman-,

y

no logré hacer-. uno. Ni con,

el

libro mágico deo D. Pedro Chicote lograré reunir el

cocktairI

apetecido. Y aunque d•iera con él, me falta

el asiento alto como una cucaña

y

las'i banderitas co–

mo gallardetes de una fiesta báquica,

y

el barril del

whisky

columpiado. sobre sus abrazaderas de cuero',

y

la

~eñorita

vampiresa que al despegar los labios

da la paja la deja una huella de carmín, quizá por