25 años dela invasión - page 39

LA PRENSA
SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014
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TESTIMONIO.
El periodista Manuel Álvarez Cedeño relata a productores de documentales su
experiencia sobre la invasión de diciembre de 1989.
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COMANDO.
El general Marc Cisneros, jefe de las tropas de
Estados Unidos, conversa con los periodistas.
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INFIERNO.
Las bombas de los aviones del Ejército invasor se
ensañaron contra El Chorrillo.
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SEGURIDAD.
Dos civiles pasan junto a una tanqueta que
patrulla las calles del área del Canal de Panamá.
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*
AL LLEGAR AL LOCAL DEL ANTIGUO RESTAURANTE MISTER
POLLO, EN LA VÍA RICARDO J. ALFARO (TUMBA MUERTO),
SE ESCUCHÓ UN ESTRUENDO: EL CUARTEL CENTRAL HABÍA
VOLADO POR LOS AIRES.
Lissette Carrasco (hoy viuda
de Eloy Aguilar y entonces
periodista de Acan–Efe), te-
nían el presentimiento de
que algo iba a ocurrir. Mien-
tras apostaban a sus profe-
cías, se reunieron en el apar-
tahotel Plaza para disfrutar
de unos chiles con tequila.
Así por lo menos la invasión
no los agarraba “tan tristes”.
Según Aparicio, la noche
del 19 de diciembre
TVN-2,
“controlada por civiles alia-
dos a militares” transmitía
las claves o alertas de los Ba-
tallones de la Dignidad (ci-
viles armados por las Fuer-
zas de Defensa comandadas
por Noriega) y de los llama-
dos Codepadi (Comité para
laDefensade laPatria yDig-
nidad) civiles adoctrinados
por los militares. Las claves
eranchácara, ardilla, cutarra
y soberanía. Las alertas que
tenía el ejército de Estados
UnidosenPanamáeranalfa,
bravo, Charlie y delta.
Esa noche (19 de diciem-
bre) Aparicio, Aguilar, Lis-
sette y Julio decidieron ir a
las bases de Howard y Clay-
ton. También estuvieron en
el restaurante “RincóndeFi-
lo” en Veracruz. Compraron
cervezas enDiablo.
“Al filo del 20 de diciem-
bre, cruzamosClayton,hacia
Miraflores. No ocurríanada.
En un Sunny blanco dimos
la vuelta para regresar a la
ciudad y frente a la puerta
enorme de metal, a las 12 de
la noche en punto, se abre la
metálica estructura, se escu-
chan sonidos fuertes, es-
truendos de motores. Salían
helicópteros Apache y Black
Hawk rumbo a la capital.
Detrás de nosotros una co-
lumna de tanques,
humvees
(vehículo militar multipro-
pósitos), camiones con sol-
dados. Contamos 50 unida-
des de combate”.
Ahora lamisión eraman-
dar la noticia al extranjero.
“Detrás de la maquinaria de
guerra, íbamos en el Sunny;
hubo llantos, conflictos,
miedoa lamuerteentre cua-
tro periodistas que solo que-
rían informar lo que venía”,
afirmóAparicio.
Una veintena de soldados
visiblemente nerviosos los
pararon en Albrook, les re-
visaron el auto y les gritaron
en inglés “No pasen o se
mueren.Levamosapatearel
trasero aNoriega”.
“Retrocedimos. Nos fui-
mos aDiabloydesde tres ca-
binas telefónicas transmiti-
mos, por más de siete horas,
lo que declaraban algunos
testigos, los reportes de
Ra-
dioNacional, RPCRadio
y
la
Radio de la Resistencia
que manejaba Bosco Ricar-
do Vallarino desde una base
militar de Estados Unidos”.
“Al día siguiente Diablo
fue invadido por las tropas
norteamericanas. Los me-
noresde 15años arrestados y
nosotros a buscar cómo salir
de la zona en medio de es-
porádicos combates. Miles
de residentes de El Chorrillo
huían de la destrucción y los
incendios”, agregó Aparicio,
director de los periódicos
Metro Libre
y
Hora Cero
y
editor de
Enmayuscu-
la.com.
FUEGO AMIGO
La invasión afectó a todos
los periodistas. No solo los
que adversaban a Noriega
sufrieron los embates del
conflicto, los que trabajaban
para la gobiernista Editora
Renovación (ERSA) tam-
bién pasaron sus páramos.
Unaperiodistaque traba-
jabaparaERSA, que pidió el
anonimato, admite que a 25
años de la invasión, todavía
lo siente como un trauma,
que afectó en esos momen-
tos y posteriormente a quie-
nes ejercían el periodismo,
ya fuera en losmedios afines
al gobierno de turno, en los
medios de oposición y en
otros queno se identificaban
directamente con ninguno
de los dos bandos.
“Desde lamedianochedel
20 de diciembre vivimos la
tragedia. Nos comunicába-
mosvíatelefónicaconlosco-
legas para intercambiar in-
formación. Pude observar
desdemi balcónelmomento
cuando bombardearon el
aeropuerto “Marcos A. Ge-
labert”, en Paitilla. Sentí un
miedo terrible porque en-
tendí que esas balas no co-
nocían a nadie, podían lle-
garle a los gobernantes, pero
también a los gobernados, a
los delincuentes y a las per-
sonas honradas.
Al amanecer, la mayoría
llegamosa laredacciónapie,
ya que teníamos temor de
mover nuestros autos, por-
que el pillaje se había apo-
derado de la ciudad.
Ellos trataron de trabajar,
pero era imposible, ya que
observaban loque estaba su-
cediendo, tanto por parte de
las tropas norteamericanas,
como por los grupos que in-
tegraban los llamados “Ba-
tallones de la Dignidad”, por
la delincuencia y por otras
personasqueenesemomen-
to dejaron aflorar sus procli-
vidades por el robo y saqueo.
“A eso del mediodía, llegó
uncompañero, apie, porque
unos “batalloneros” le des-
pojaron de su automóvil.
Otros narrabanacercade los
cadáveres que habían visto
en la morgue del hospital
Santo Tomás.
De pronto, nos dijeron
que los ladrones habían lle-
gado en un camión a un pe-
queño negocio que estaba
cerca de las oficinas donde
trabajábamos y disparando
con armas de alto calibre
rompieron las paredes de vi-
drio del local, amedrentaron
a los trabajadores y se lle-
varon el dinero que había en
la caja, así como los comes-
tibles y hasta el licor que allí
se vendía. Nos asomamos
cuidadosamente por una
ventana y, en efecto, pudi-
mos observar el acarreo.
Afortunadamentenoma-
taronanadie.Durante todos
esos días, agrega nuestra en-
trevistada, hasta el 26 de di-
ciembre, fue difícil llegar a la
oficina, tenían temor y sa-
bíanqueel peligroacechaba.
Semovilizaban a pie.
“Miautolodejéencasayle
quité el rotor, por si acaso los
ladrones quisieran llevárse-
lo. Tambiénhuboproblemas
con las comunicaciones, so-
bre todo en las líneas tele-
fónicas. En la redacción re-
cibimosmuchas llamadasde
medios internacionales que
solicitabaninformacióndelo
queacontecíaenPanamá,así
que el trabajo se multiplica-
ba.Enelperiodismosiempre
nos difundimos los sucesos
mundiales y, obviamente, de
los nacionales, por lo que en
ciertamedida los periodistas
estamos acostumbrados a
ver los horrores de la guerra,
pero nunca pensé que lo vi-
viríaenPanamá.Hasidouna
de las experiencias más im-
pactantes quehe tenido enel
ejercicio del periodismo, ya
que en 1968, cuando sucedió
el golpe militar en nuestro
país, todavía era una niña
que no comprendía el acon-
tecimiento”.
Paraotrosperiodistas, co-
mo los estadounidenses, la
cobertura de la invasión no
fue tan difícil. Durante la in-
vasión, los generales esta-
dounidenses permitieron a
periodistas de su país estar
en “sitios privilegiados” para
presenciar–endirectoyaco-
lor– una campaña bélica.
Barbara Trent, directora
del documental
The Pana-
má Deception
(
El engaño
de Panamá)
, premiado por
laAcademia en 1992, afirmó
que “los medios norteame-
ricanos fueron simples ma-
rionetas de una campaña
militar”.
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