25 años dela invasión - page 36

LA PRENSA
SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014
MÁS SE COMPRENDÍA
LO QUE PASABA AFUERA,
QUE LO QUE SUCEDÍA EN
NUESTRA PROPIA CIUDAD”.
Alberto Hueter
PENONOMÉ
EL OBISPO DE LA CIUDAD DE DAVID ERA CARLOS AMBROSIO LEWIS, QUE POR RADIO
COMENZÓ A LLAMAR A LOS POLICÍAS JUBILADOS PARA QUE PUSIERAN ORDEN”.
Humberto Álvarez
DAVID
PENONOMÉ.
Los residentes de la ciudad convivieron con los estadounidenses de
forma pacífica hasta los carnavales.
LA PRENSA/Ana Rentería
AGUADULCE
La estación de policía fue ocupada por los soldados de
Estados Unidos con la cooperación de los ciudadanos.
LA PRENSA/Ana Rentería
DAVID.
Luis Del Cid, jefe de la tercera Compañía de Infantería
Diablo Rojo, se rindió para evitar el ataque.
Cortesía/Olmedo Morales
ANTÓN.
La antigua base de Río Hato fue bombardeada. El
ruido se escuchó hasta Penonomé.
LA PRENSA/Ana Rentería
cuando veía que la gente de
Noriega comenzó a entregar
sus armas a los estadouni-
denses en el cuartel de
Farallón.
Las armas que confisca-
ban los estadounidenses
eranllevadasdesdeelpueblo
de Farallón al aeropuerto de
Penonomé, donde eran tras-
ladas en helicóptero a la ca-
pital.
‘PARECÍA UN MARTES DE
CARNAVAL’
Santos Herrera apoyaba
lacampañadesuamigoLuis
Narváez, del partido Moli-
rena, y fue víctima de los
Codepadi en la mañana del
20 de diciembre.
El residente cuenta que
comenzaron a dispararle a
su casa desde afuera por ser
opositor de Noriega. “Eso
parecía un Martes de Car-
naval”, recuerda, por el ruido
ocasionado por las balas. Se
escondióenel bañode suca-
sa, que estaba marcada con
una “T” que significaba “trai-
dor”, según indica. “Si ma-
taban a Noriega, iban a ma-
taratodos losqueteníanuna
‘T’ en su casa”, añade.
Herrera contóque tras los
disparos, entraron a su casa
pero logró escapar. Se tras-
ladó hasta el ingenio Santa
Rosa,propiedaddesuamigo
Eric Arturo Delvalle (quien
fuepresidentedePanamáen
1985 al sustituir al presiden-
te Nicolás Ardito Barletta
1988) y que le dio refugio
hasta finales de diciembre,
cuando se normalizaron las
cosas enAguadulce.
“Cuando llegaron los
gringos, para mí fue la sal-
vación... porque los batallo-
neros salieron huyendo”.
NO HUBO BOMBARDEOS
Moisés Tejeira trabajaba
como director de la Univer-
sidad Popular de Penonomé
y cuenta que previo a la in-
vasión, los Codepadi lo sa-
caron de la institución con
todos los empleados.
“Ellos [los Codepadi] lle-
naron la calle de gente ar-
madayestabanenlaavenida
JuanDemóstenes Aroseme-
na”, la avenida central de
Penonomé.
“Cuando se supo que ve-
nían los gringos... no quedó
ni uno; se veían los rifles
tirados por todos lados, se
escondían en las casas”.
Tejeira afirma que luego
de la llegada de los estadou-
nidenses se dio libertad a los
“sediciosos” que estaban
aprehendidos en los cuarte-
les de policía.
“Cuando los gringos lle-
garon nos quedamos en el
parque y comenzaron a ha-
cer amistad con la gente en
un momentito... no hubo
bombardeos ni disparos”.
‘LES BRINDABAN CAFÉ Y
GALLETAS’
Lidia Eneida Quirós re-
cuerda que unos cinco días
antes de la invasión, los Co-
depadi pasaban por el frente
de su casa en San Antonio y
gritaban “Ni un paso atrás”.
“Se veían unas tanquetas
grandes de los Codepadi y
todo el mundo se asustaba”.
No recuerda que la comu-
nidad interactuara con los
policías.
Todo lo contrario. “Noso-
tros vivíamos con miedo...
Mi mamá prendía la radio
para escuchar las noticias
queveníandeCostaRicapor
Radio Impacto
y yo la re-
gañabaporque lospolicíasse
ponían a escuchar en la
puertadelacasa.Yelladecía,
“¡pero si estoy enmi casa!”
Estando en su casa en Pe-
nonomé, un pariente cerca-
no que vivía en Panamá la
llamó la noche del 19 de di-
ciembre, pasadas las 10:00 y
le dijo: “¡Las tropas nortea-
mericanas invadieron Pana-
má!’ ... yme preocupé”.
“Muchas personas tenían
miedo de que los gringos co-
menzaranamatargenteyde
que los Codepadi se fueran a
enfrentar con ellos”.
Quirós indica que el 21 de
diciembre se comentaba en
el pueblo que los estadou-
nidenses entrarían a Peno-
nomé por el río Las Men-
dozas. “Pero estaban en el
cerro Los Pavos, se veía el
helicóptero con ellos llegan-
do”.
Quirós vio cómo corrían
los vendedores del mercado
que dejaban en el camino
frutas y verduras. “Tiraron
las sillas y mesas, y corrían
como locos por aquí gritan-
do ‘¡vienen los gringos!”
“Yoestabaconmimamáy
sentí un ruido raro; eran los
Codepadi que se habíanme-
tido por la parte de atrás de
mi casa”. Ella cerró las puer-
tas y vio cómo huían.
La penonomeña narró
cómo “los gringos” bajaron
con sogas de los helicópteros
un par de días después de la
invasión a Panamá.
“Las personas les brinda-
ban café y galletas. En Na-
vidad les llevamos tamales,
arroz, tamal de olla”, contó.
‘NO SABÍAMOS SI ERA QUE
NO CABÍAN EN LA CALLE’
El penonomeño Alberto
Hueter explica que previo a
la invasión solía verse a
Noriega en algunas calles de
Penonomé. “El ambiente era
muy pesado, no se podía ha-
blar, nadie se podía reunir”.
No recuerda la presencia de
los militares en la calle, ni
que intimidaran a los ciuda-
danos.
Él vivía con su familia en
su casa frente a la vía Inte-
ramericana en Penonomé y
aúnrecuerdael sonidode las
bombas que cayeron en
Río Hato durante la noche.
“Se escuchaban claramen-
te”. El pueblo estaba conmo-
cionado, teníamos mucho
miedo”.
“Recuerdo lapresenciade
los tanques estadounidenses
apuntandocontra lasvivien-
das; no sabíamos si era que
nocabíanenlacalleyviraron
el cañón hacia nuestros ho-
gares, pero fue algo impre-
sionante... Temí pormi vida;
uno estaba en una incerti-
dumbremuy grande”.
Sin embargo, Hueter afir-
ma que era necesario poner
unalto a ladictaduramilitar.
“Muchas personas fueron
víctimasde ladictadurayeso
fue muy doloroso para mu-
chas familias”, destaca. “Las
noticias de afuera informa-
ban lo que sucedía... Más se
comprendía lo que pasaba
afuera, que lo que sucedía en
nuestra propia ciudad”, re-
cuerda.
‘ME APUNTARON CON
METRALLETAS’
Ana María de Martin es-
tabaensucasaenPenonomé
cuando sus hijas la llamaron
por teléfono a las 11:00 de la
noche del 19 de diciembre y
le dijeron que habían ataca-
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