EL JUEGO DE LA PAJA
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temporeros, residiendo en casillas que la Cía. había
construido para tal fin; además contaba con la
afluencia de otros residentes de cortijos limítrofes
que eran los siguientes:
Al oeste Caniles Viejo y el cerro de Alcalá, famoso
por la gran cantidad de monedas encontradas de
otros pueblos históricos de la antigüedad
asentados por aquí; al norte las Piedras de Moya y
el Rodeo, al sur Tumbapavos, al Este el Zarcejo
con su maravilloso barranco de espárragos y
esparto, bajo la omnipresencia del gran Aznatín,
desde esta cara parece más gigante. Muy cerca de
Caniles y al este se encuentra la famosa Venta,
regentada por la ya fallecida Josefa, donde los
obreros en horas libres tomaban sus buenos vinos
peleones y a palo seco.
La Fábrica de Caniles juntaba un enorme montón
de orujillo; a mis ojos parecía una gran montaña y
en su cima llana podíamos jugar al fútbol, al
escondite, al pañuelo y otros juegos picantes de
zagales-as y zagalones-as. Mi madre siempre
cuando venía de la era de orujo, me regañaba con
saña, tenía que meterme en el pilón de la casa
propiedad de Carbonell, cedida para ocupar todo
el año, un poco mejor que otras, puesto que mi
padre era el maestro “Pérez”, bajo las órdenes del
encargado el señor “Virgil”. Podíamos estar
satisfechos, nuestra casa estaba fuera de peligro,
otras en cambio a la orilla del río Torres, tenían
una situación complicada, toda vez que las nubes
fuertes le hacía crecer mucho en caudal y a veces
anegaba estas casas; cuentan mis padres...en
tiempos de la guerra civil española, hubo una gran
riada y murieron más de una decena de personas
ahogadas en el río. Por temor, cuando las nubes
eran fuertes, los vecinos acudían y se refugiaban
en mi vivienda.
Era el caliente (pared lindante a los hornos de la
fábrica), el lugar de encuentro de todos los
chavales y chavalas, a falta de bares o discotecas,
allí poníamos nuestras manos para calentarlas y al
mismo tiempo charlar de nuestros juegos y
cotilleos.
Siempre sale a relucir lo más picante, a la misma
vez lo más interesante, a falta de otros
entretenimientos, salió de los labios de una gran