· tor: era una música puramente interior, de solitario.
La integración del cóctel como una de las modernas
bellas artes se produjo cuando, a la armonía de los
sabores, bajo la bóveda colmada de ecos del paladar,
se agregó la armonía de los colores dentro de la copa
grácil y crist:tlina.
Y bien, sin duda alguna nuestro Pichín es a la vez
un músico y un pintor cuando opera con sus espíritus,
aromas y jarabes. Ha nacido con el don de descubrir
el toque nuevo y personal,
el
sostenido o el bemol, el
rayo de luz o la sombra, el tono cálido o frío, que
iluminarán con sorprendente originalidad la obra sa–
lida de sus redomas y probetas.
Pero no se agota en el plano artístico la personalidad
de Pichfo, ni tampoco en el encanto cordial de su
amistad, abierta y sin doble fondo, que transforma al
consumidor ocasional en cliente, y al cliente en amigo.
Pichín es algo más: es un patriota convencido de que
nuestra Argentina no cede el paso a ninguna otra na–
ción en materia de licorería
y
que sueña incesante–
mente con pasear por todas las grandes ciudades del
mundo los colores argentinos sobre sus incomparables
creaciones, abriendo así las puertas del mercado inter–
nacional a la calidad de nuestra industria. Los esfuer–
zos, los sueños y el dinero que ha invertido Pichín
en este afán nacionalista no podría contarse, e inclu–
sive pocos saben de ellos. Es una lucha incesante, que
debe librar casi solo. Pocos lo ayudan y lo compren–
den. Nuestros vinos y licores podrían hallar la con–
sagración más amplia en el exterior. Pero parece que
tal perspectiva no seduce a los que todo tienen que
ganar
y
nada que perder con ella. Es que se carece
7