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Y mucho mlís, prepararlos en cierta cantidad
ro11Kcrv1\n<lo su gusto característico con la misma inten·
uicfod
en cada copa; o el tenerlos ya preparados y em·
hotcllndos para servirlos en el momento oportuno,
11in otro trabajo que el de simple refrescado.
El sencillísimo aparato que Castro agrega a este
libro, permite que cada uno sea su propio cocktelero
y
el de sus amigos, sin mayores ni menores dificultades;
al mismo tiempo que permite a l pequeño comerciante
do bebidas, poder ofrecer a sus clientes unas mezclas
absolutamente idénticas a las que les servirían en el
mejor de los bares. Amigos míos, verdaderos técnicos
en
el
arte de beber, h an probado los cocktails hechos
poi· este procedimiento a la vista de ellos, por el autor
de este libro y del invento a él anexo, y lo han encon·
trado maravilloso, pero la sorpresa subió de punto,
cuando ellos mismos guiándose por las simples indi–
caciones del recetario y d el aparato-escala, se han
encontrado convertidos en unos consumados cockte–
leros, capaces de obtener con la más extrema facili–
dad, riquísimos " cubanos'', potentes "manhattans '',
etc., etc.
Están de enhorabuena los bebedores. Puede que
ahora, con estas facilidades que ofrecen el libro
y
el
aparato de Julio Castro, yo me decida a entrar en su co·
1101111111111111111111111111
fradía. Y ante la tarea de éste, que resume sus
1
7 años
de observaciones y de meticulosa práctica del oficio,
g
sólo me resta felicitarle, seguro de que obtendrá el
éxito que se merece.
Eduardo Blanco
~1or.
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