25 años dela invasión - page 5

LA PRENSA
SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014
PanamáViejo todavía
recuerdaa susmuertos
Muchachos del barrio rescataron a los soldados atascados en la lama. Horas
después, los militares invasores les devolverían el favor con la muerte.
LUIS BURÓN-BARAHONA
L
a muerte llegó en
paracaídas. Vestía
uniforme de camu-
flaje y hablaba en
inglés. Se esparció esa noche
a través de escuadrones
estadounidenses listos para
una fumigación.
Primero ardió El Chorri-
llo. Las llamas ya cumplían
su misión, cuando otra ba-
tería guerrera de las fuerzas
invasorasdeEstadosUnidos
(EU) cayó sobre la playa de
Panamá Viejo. Querían to-
mar el control de un empla-
zamiento clave de las Fuer-
zas de Defensa: su estraté-
gico cuartel ubicado junto a
las ruinas antiguas.
En la madrugada del
miércoles 20 de diciembre
de 1989, el Ejército estadou-
nidense tenía el objetivo de
ametrallarybombardearese
cuartel.Latareadebíatomar
unos minutos hasta domi-
nar cualquier resistencia.
Entonceslossoldadosselan-
zarondesdehelicópteros a la
playa, para después desple-
garse.
Fallaron en todos sus
cálculos. Los efectivos esta-
dounidenses quedaron atas-
cados por horas en la espesa
lama costera. No contaban
con la inocencia
panamevie-
jera
: con los primeros rayos
del sol, algunos chicos del
barrio los ayudaron a salir
del fango. Y no midieron las
posibilidades de los Batallo-
nes de la Dignidad, que los
esperaban. La claridad del
día les permitió a los com-
batientes apuntar mejor sus
armas.Dispararony el fuego
cruzado encendió a su
majestad lamuerte.
EL PUÑO DE AMALIA
JoséValerín tiene 59 años
yviveenPanamáViejodesde
los 11. La invasión, sin em-
bargo, lo sorprendió en casa
de su novia en El Chorrillo.
Cerca de la medianoche es-
cuchó el estruendo de las
bombas. Salió en pantalón
corto y con una toalla en el
pecho a ver qué pasaba.
“Habíanmuchos sacos de
arena sobre la calle, y atrás
apenas si se veía la curva de
los cascos.Unomedijo: ‘¡pa-
nameño, go!’. Cuandoregre-
so a casa, venían batallone-
ros con fusiles. Me ofrecie-
ron uno para pelear, pero les
dijequeno sabíade eso. Subí
al apartamento. Cuando ce-
rré la puerta escuché que los
gringos les daban bala, me
asomé y vi mucho muerto,
hermano. A la mañana si-
guiente, ya no había nada, ni
la sangre en la calle”.
La pareja bajó y vio un es-
cenario dantesco. “Salí a la
vía principal (avenida de los
Mártires) y vi decenas de
cuerpos apilados a lo largo
de la carretera”. Valerín y su
novia regresaron a pie a Pa-
namá Viejo. Tardaron tres
horas.
Mientras Valerín intenta-
bavolverasucasa,enlacosta
dePanamáViejo losmucha-
chos recogían tablas, sogas,
escaleras y cualquier cosa
para ayudar a sacar a los sol-
dados de la lama. El que no
colaboraba, al menos mira-
ba. Casi todos los vecinos sa-
lieron de sus casas.
Una de esas vecinas era
Amalia Mitre, de veintipo-
cos años de edad. Observaba
el rescate de los soldados
desde el quiosco Justina,
muy cerca de la playa, cuan-
doescuchóelintercambiode
balasentrebatallonerose in-
vasores. No tuvo tiempo pa-
ra reaccionar y de pronto
sintió que se le quemaba el
muslo derecho. Prefiere no
hablar de esamañana. No le
gusta, dice. Igual no recuer-
da mucho porque perdió el
conocimiento tras sufrir el
impacto del proyectil esta-
dounidense. Su madre, que
se llama como ella, sí se
acuerda.
Así lo cuenta: “Tuve que
rogarles a los de las tanque-
tas queme ayudaran a llevar
a mi hija al hospital. Llega-
mos al Santo Tomás a las
9:00 a.m. Mi hija llegó con 1
g. dehemoglobina.Nohabía
camas ni sangre. Yo le tuve
que donar sangre de vena a
vena a mi hija. Vi muchos
muertos, muchas cosas. Có-
mo sacaban a los que esta-
ban escondidos, los que se
ponían las ropas de los
muertos para disfrazarse.
Unamuchacha que intenta-
ba robar en Ana de la Ame-
ricana y se cortó las dos ma-
nos cuando se resbaló y cayó
sobre un vidrio. Yo estaba
pendiente demi hija y suhe-
rida, que estabamuy fea.Me
cabía el puño entero”.
Madre ehijapermanecie-
ron en el hospital poco más
de dos meses, hasta que le
dieron de alta. Luego vinie-
ron las terapias caseras y el
dolor. Dos años después de
utilizar un yeso desde la cin-
turahasta las rodillas, por fin
Amalia pudo caminar. Su
madre fue a la Embajada de
Estados Unidos a pedir una
compensación, pero le dije-
ron que debía poner un abo-
gado y pelear el caso en ese
país. “Lo único que me die-
ron fue una bandera gringa,
que ya hasta seme perdió”.
CARPINTERÍA FÚNEBRE
Valerín regresó a su casa
poco antes del mediodía. Vi-
vía en calle segunda, en la
primerahilerade casas fren-
te a la playa. Así que pre-
senció con relativa tranqui-
lidad cómo sacaban de la la-
ma al último de los soldados
invasores.
A la 1:00 p.m. volvió el
caos. “Unos batalloneros
consiguieron un auto BMW
y arrancaron desde la mitad
decallesegundahacia lapla-
ya. Iban a darse bala con los
gringos. Cuando el carro ya
estaba llegando, los gringos
CONTROL.
Durante días, la zona de Panamá Viejo fue controlada por el Ejército estadounidense, que impuso varios retenes en distintos puntos. Según los
vecinos, salir del barrio era imposible.
LA PRENSA/ARCHIVO
*
DURANTE VARIOS DÍAS
EL SILENCIO REINÓ EN EL
BARRIO. ALGUNOS SALÍAN A
VER QUÉ PODÍAN SAQUEAR,
PERO LA MAYORÍA PREFERÍA
ESPERAR CON VIDA LA
NAVIDAD.
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