25 años dela invasión - page 10

LA PRENSA
SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014
ManuelMoreno, director de
investigaciones judiciales de
la Policía Nacional, y el mé-
dicoJorgeYearwood, aquie-
nes el gobiernodeMartinelli
asignó para que el regreso
del dictador fuera un éxito.
Los saludos de Noriega
fueron, aparentemente, du-
ranteelcambiodeaviónenel
aeropuerto de Barajas, en
Madrid, justo antes de abor-
dar el vuelo comercial 6345,
deIberia.Eneltrayecto,Mo-
reno y Yearwood se fotogra-
fiarían varias veces más con
el militar.
Tras22añosdeabandono
forzado,Noriegaregresabaa
su país. Ya no era el tipo pro-
caz que pavoneaba su poder.
Ahora era solo un hombre
más, un anciano de 77 años.
Un recluso.
El Gobierno montó un
operativo de despiste. Un
hombre en silla de ruedas
encapuchado hasta el abdo-
men–Noriegaounseñuelo–
abordó una de las tantas ca-
mionetas doradas que lo es-
peraban.
Cadauna tomóun rumbo
diferente. Solo una tenía co-
mo destino el nuevo hogar
del general caído: El Rena-
cer, enGamboa.
Allá lo esperaban amigos,
funcionarios, adversarios,
periodistas. De la camioneta
doradasebajóelhombreen-
capuchado en la silla de rue-
das, losubieronpor larampa
y le descubrieron el rostro.
Desapareció entre las ofi-
cinas por un rato, pero des-
pués emergió enuna especie
depijama roja. Señalóadon-
de estaban los medios, dijo
algo, repartió instrucciones,
y se volvió a internar en su
soledad carcelaria.
Lucía fastidiado, como si
el asedio de las cámaras fue-
racotidiano,comosivolviera
al ser el de antes.
Su nueva estancia no era
detrás de unos barrotes. Le
asignaron una casa del cen-
tropenitenciarioqueerauti-
lizada por su director cuan-
doaúneracontroladaporlos
estadounidenses.
Noesgrandenilujosa,pe-
ro tiene espacio para su ca-
ma, un escritorio, su colec-
ción de gorras y su modesta
biblioteca personal.
A los pocos meses en Pa-
namá, dejó de ser un reo
más. Por lasmañanas, cuan-
do sale a caminar, a tomar
aire, losoficialesdel centro le
hacenel saludomilitarconla
mano derecha en la sien.
Respeto, ante todo.
La calma alrededor de
Gamboa lepermitedisfrutar
de las visitas de amigos y ex-
compañeros. También las de
sus familiares: sus hijas San-
dra, Thays, Lorena, y sus sie-
te nietos.
La vejez, sin embargo, le
impide disfrutar a plenitud
de su regreso al trópico. En
marzo de 2012, un grupo de
médicos aseguróqueNorie-
ga padecía enfermedades
cardíacas y un tumor cere-
bral. Advirtieron de que su
estancia en El Renacer po-
dría empeorar su condi-
ción.
Enefecto,Noriegahasido
llevado varias veces al hos-
pital Santo Tomás. A sus 80
años, dejó atrás a los opo-
sitores a su régimen, los jue-
gos políticos, la imposición
de su voluntad; su peor ene-
migo hoy son las complica-
ciones respiratorias.
Por ello, sus hijas insisten,
en vano, en que le concedan
casa por cárcel. Quizás es lo
que necesita el general para
que sus manos por fin dejen
de temblar.
CAMBIO.
El general se mostró sereno cuando fue recluido en una cárcel en
Miami, Florida.
LA PRENSA/Archivo
VEJEZ.
A su regreso a Panamá, los años le pesaban a Noriega. Ni siquiera
pudo sostener su identificación en El Renacer.
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FAMILIA.
Las hijas de Noriega, Sandra, Thays y Lorena, son las personas que más visitan al
exgeneral en su nuevo hogar.
LA PRENSA/Archivo
*
TRAS 22 AÑOS DE
ABANDONO FORZADO,
NORIEGA REGRESABA AL
PAÍS. YA NO ERA EL TIPO
PROCAZ QUE PAVONEABA SU
PODER. AHORA ERA
SOLAMENTE UN HOMBRE
MÁS, UN ANCIANO DE 77
AÑOS. UN RECLUSO.
PROBLEMAS.
Su nueva vida transcurre entre la cárcel y el
hospital Santo Tomás.
LA PRENSA/Archivo
LAS CONDENAS DE
MANUEL A. NORIEGA
1983
Noriega es comandante
de la Guardia Nacional.
1992
Lo condenan a 40 años
de prisión en Miami por
narcotráfico y crimen
organizado. Después le
rebajarían la pena a 17 años.
2010
Francia lo sentencia a 7
años por lavado de dinero.
2011
Noriega regresa a Panamá,
donde había sido condenado
en ausencia por homicidio.
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