25 años dela invasión - page 17

LA PRENSA
SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014
por el altomando.
De manera que en Río
Hato quedaron pocos solda-
dos,aunqueGarcíasevalede
testimonios para reportar
enfrentamientos de hasta
sieteminutos en los queusa-
ron tanquetas, cohetes tierra
aire,AK-47yametralladoras
de 50mmy 60mm.
La revista tomael casodel
sargento Catalino Domín-
guez. Narra cómo este pa-
nameño empezó a disparar
una ametralladora contra
los aviones hasta caer aba-
tido. En total murieron cua-
tro soldados, según la publi-
cación. Pero muchos miem-
bros de las Fuerzas de De-
fensa, con su reputación de
guerrerospordemostrar, co-
rrieron por su vida o se es-
condieron ante la superiori-
dad bélica de los invasores.
En las barracas apresaron
a los tomasitos.Lesexigieron
ponerse lasmanos en lanuca
y los tiraron al piso. Igual
suerte corrían los heridos.
López Cedeño yació una ho-
ra en el suelo hasta su tras-
lado al área de talleres co-
nocida como Motor Pool.
Siempre custodiado por un
ranger
, empapado en san-
gre, el cadete fue llevado al
amaneceralabiblioteca.Allá
le pusieron una venoclisis.
Subió horas más tarde a un
aviónHércules rumbo aHo-
ward. Una ambulancia lo
condujo al hospital Gorgas,
donde estuvo recluido hasta
LosapurosdeldirectorPorras
Francisco Porras
FAMA.
En la década de 1970 y 1980 los tomasitos se hicieron célebres por sus desfiles en actos
en homenaje a la patria.
Cortesìa
El mayor Francisco
Porras, egresado de la escuela
Chorrillos de Perú, dirigía el IM-
TH y la Escuela de Oficiales Ge-
neral Benjamín Ruiz. Los “to-
masitos” estaban en exámenes y
los “benjamines” se habían ido
de vacaciones. Hoy, a sus 63
años, cuenta por primera vez su
versión: “A las 11:45 p.m., del 19
de diciembre me dicen: ‘Lo lla-
ma su mamá, es urgente’. Me
alerta: ‘¡Están bombardeando el
Cuartel Central!’. De inmediato
me fui a despertar a los 29 ca-
detes que estaban cerca. El resto
dormía en barracas como a cin-
co minutos en carro. Al lado de
la cuadra de los cadetes estaba la
armería, a cargo del sargento
primero Felipe Magallón (...).
Luego vino la primera bomba,
que cayó a unos 75 metros. Or-
dené apagar las luces y en eso
cayó la segunda, como a 50 me-
tros, cerca de la playa. Tampoco
dio en el blanco, que éramos
nosotros. Cuando íbamos en
busca de los cadetes, empezaron
a caer los paracaidistas, entre-
nados en Fort Bragg. En una
mano llevaban una miniuzi y
usaban la otra para manejar el
‘paraguas’. Eran probablemente
entre 50 y 100. Pero no cayeron
donde esperaban, ya que ahí, en
Río Hato, debes saltar sobre el
mar para caer en la pista. En ese
momento se me unen el sub-
teniente Iván Picota, de La Ex-
pedicionaria, y un compañero
suyo de la graduación de Ecua-
dor, hoy un alto comisionado.
Picota fue herido con esquirla, y
Magallón y yo empezamos a sa-
car a los cadetes por el río Fa-
rallón. Ellos disparaban de dos
helicópteros, pero cuando las ae-
ronaves se acercaban entre sí de-
jaban de disparar, lo que nos
daba un margen de acción.
También el hecho de que ahí
teníamos gansos, chivos y ca-
ballos ayudó a distraerlos, por-
que algunos se confundían y les
disparaban a los animales. En
eso aparece Cáncer Ortega, un
artista que yo había llevado pa-
ra pintar los muros con motivos
nacionalistas. Como había es-
tado en Nicaragua, le ofrecí una
AK-47, pero me dijo que no sa-
bía disparar, y le entró una cri-
sis de asma por lo que lo de-
jamos cerca de un árbol (...)
Magallón se fue con los últimos
dos muchachos. Posteriormente
me enteré de que se regresó a la
armería por un dinero y fue ahí
cuando murió. Yo me había ido
por Cáncer, con quien me man-
tuve hasta casi el amanecer
cuando nos ubicaron. Cáncer
salió con las manos en alto en
señal de rendición, lo que me
dio tiempo de ocultarme en el
monte. Sé que ellos no arries-
gan hombres, por lo que no pei-
nan el área (...) A las 7:00 a.m.
u 8:00 a.m. escuchaba en un
megáfono la voz de un puer-
torriqueño que decía: ‘Ríndan-
se, tomasitos, que su coman-
dante está muerto’. Todo el día
me quedé entre el fango, el
agua y la maleza. Solo al ano-
checer me desplacé hasta la fin-
ca de un señor Ruiz, quien me
ayudó a ir a Río Hato en un
caballo. Y de ahí hasta Peno-
nomé, al Aquilino Tejeira, don-
de me reencontré con Picota al
día siguiente, 21. Todavía Coclé
y Chiriquí no habían capitulado
(...) Por supuesto que habíamos
practicado un plan de evacua-
ción que consistía en sacar a los
muchachos en buses en media
hora para Las Guías y Antón
(...) Pero no teníamos informa-
ción de que ese día invadirían,
como sé que la tuvieron desde
muy temprano otros oficiales
como David Ocálagan, Alex Ga-
rrido y Gonzalo
Chalo
Gonzá-
lez. ¿Por qué no se me avisó?
¿Por qué una omisión tan gra-
ve?”
*
SE DICTABA UN BACHILLERATO EN CIENCIAS CON UNA
FUERTE DISCIPLINA. LA MAYORÍA DE LOS JÓVENES DE
ENTRE 15 Y 18 AÑOS ERAN HIJOS DE CAMPESINOS, DE
TRABAJADORES Y DE PEQUEÑOS COMERCIANTES QUE VEÍAN
AQUÍ LA POSIBILIDAD DE OPTAR POR CARRERAS DE
CARÁCTER CIVIL, POLICIAL O MILITAR.
DIRECTOR.
El coronel Roberto Díaz Herrera (Izq.) fue el
primer director del Instituto.
Cortesía
el27dediciembre.Luegofue
trasladado al hospital Santo
Tomás.
Volvióasucasael4deene-
ropara recuperarsede lashe-
ridas. La más compleja: la
perforación del pulmón de-
recho. Un día antes se había
entregado Noriega a las tro-
pasdeEstadosUnidos trassu
refugio de varios días en la
Nunciatura Apostólica (em-
bajada del Vaticano). El co-
mandanteenjefede lasFuer-
zasdeDefensanohizounsolo
disparo. No tenía rasguños.
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