25 años dela invasión - page 23

LA PRENSA
SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014
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ESTRATEGIA.
El golpe militar acercó los servicios
estadounidenses de seguridad y la Guardia Nacional.
LA PRENSA/Archivo
MÉTODO.
Para los estadounidenses involucrados en guerras centroamericanas, Noriega era
una bendición. Permitía que desde Panamá se hicieran espionaje y sabotaje contra Nicaragua.
LA PRENSA/Archivo
FUERZA.
Las tropas extranjeras dieron una formidable muestra de los adelantos en tecnología
militar y tácticas de guerra, contra un ejército que nunca había estado en combate.
LA PRENSA/Archivo
*
UN REPORTAJE EN ‘THE
NEW YORK TIMES’ POR EL
PERIODISTA SEYMOUR M.
HERSH AFIRMABA QUE LAS
ACTIVIDADES ILÍCITAS DE LA
DICTADURA MILITAR ERAN
CONOCIDAS EN LA CASA
BLANCA, EL DEPARTAMENTO
DE ESTADO, EL PENTÁGONO
Y LOS SERVICIOS DE
INTELIGENCIA DE EU.
EL APOYO
ESTADOUNIDENSE A LA
DICTADURA
Desdesusorígenes, ladic-
taduramilitar tuvoel respal-
do de EU. Aun cuando no es
posible afirmar queWashin-
gton indujo a los militares a
derrocar al presidente Ar-
nulfoAriasMadrid, sí es evi-
dente que el entrenamiento
y apoyo que EU le dio a la
GuardiaNacional preparóal
organismo castrense para
tomarse el poder el 11 de oc-
tubrede1968ysuprimir, por
dos décadas, el contenido
democrático del sistema po-
lítico panameño.
Durante la década de
1960 y, particularmente,
luego de los eventos nacio-
nalistas de enero de 1964,
Washington se esmeró en
cultivar estrechos vínculos
con la Guardia Nacional, a
fin de hacer de ella un ins-
trumento a través del cual
pudiese asegurar los objeti-
vos estadounidenses enel is-
tmo.
A tales efectos, EU paga-
ba parte de la planilla de la
Guardia,leproveíaequiposy
entrenamientos y reclutó,
entre sus oficiales, a varios
espías. Según el memorán-
dum del Consejo de Segu-
ridad Nacional de EU del 14
de octubre de 1977, descla-
sificadoen1998, tantoOmar
Torrijos como Rubén Pare-
des y Manuel Noriega –to-
dos los cuales fungieron co-
mo comandantes del orga-
nismo armado panameño–
estuvieron al servicio de or-
ganismos estadounidense
de inteligencia.
El plan que Boris Martí-
nez puso en funcionamiento
en octubre de 1968 para de-
poner al Dr. Arnulfo Arias
fue el mismo que había sido
elaborado meses atrás, bajo
directrices estadounidenses,
en caso del ascenso al poder
de un gobierno contrario a
los intereses deWashington.
Sin duda, los golpistas usa-
ron las orientaciones recibi-
das para poner fin al gobier-
no constitucional en Pana-
má, con la aquiescencia de
EU, para quien era mucho
máseficienteentendersecon
una tiranía que con una ad-
ministración elegida me-
diante el voto popular, obli-
gada a rendir cuentas a su
electorado.
El golpe militar produjo
un acercamiento todavía
mayor entre los servicios es-
tadounidenses de seguridad
y la Guardia Nacional. Esta
cooperación aumentó signi-
ficativamenteconlafirmade
los tratados del Canal de
1977, particularmente el
Tratado Torrijos-Carter de
Neutralidad y sus enmien-
das unilaterales, que coloca-
ron a Panamá, según el pro-
pio Torrijos, “bajo el para-
guas del Pentágono”.
Como resultado de los
tratados y en virtud de sus
acuerdos complementarios,
EU aumentó su ayuda mi-
litar a Panamá, con lo cual
contribuyó a fortalecer las
destrezas represivas de la
GuardiaNacional y su capa-
cidad para mantener el or-
den público en el territorio
panameño. Este era, a fin de
cuentas, el interés principal
de EU en Panamá, que se
buscabaparapreservarlain-
tegridad de la vía acuática y
la regularidad de su funcio-
namiento, así como la con-
tinuidad sin molestia de las
operaciones militares esta-
dounidenses en el istmo. La
falta de democracia, las vio-
laciones a los derechos hu-
manos, la corrupción y el
narcotráfico no preocupa-
ban a Washington mientras
la Guardia Nacional conti-
nuara apoyando la realiza-
ción de los objetivos esta-
dounidenses.
LA RUPTURA CON
WASHINGTON
Tras lamuerte de Torrijos
(1981) y los breves períodos
de
Florencio Flórez
(1981-1982) y Rubén Pare-
des (1982-1983), en sep-
tiembrede1983ManuelNo-
riega logró apropiarse de la
comandancia de la Guardia
Nacional y, por ende, del go-
bierno del país. Sus planes
incluían sacarlesmayor pro-
vecho a los nexos que como
jefe de inteligencia de la
Guardia
Nacional
(1970-1982) había cultivado
con agencias de espionaje de
varios países, así como con
varias organizaciones crimi-
nales, particularmente el
cartel de Medellín, liderado
por Pablo Escobar.
Al mismo tiempo, se pro-
ponía estrechar su colabora-
ción con Washington, cuyo
gobierno estaba obsesiona-
do con derrotar al izquier-
dismo
centroamericano,
particularmente en Nicara-
gua. Todo ello requería so-
meter a Panamá, aúnmás, a
la bota militar, para lo cual
hizo aprobar la Ley 20 de
1983 que transformó a la
Guardia Nacional en las
Fuerzas de Defensa de Pa-
namá, a la cual se asignaron
amplísimas facultades para
intervenir en asuntos de
competencia exclusiva del
gobierno civil.
Para los sectores estadou-
nidenses involucrados en las
guerras centroamericanas,
Noriega era una bendición,
pues permitía que desde Pa-
namá se llevaran a cabo ac-
tividades de espionaje y sa-
botaje contra Nicaragua. Al
mismo tiempo, su control
interno era absoluto, por lo
que cumplía con la expec-
tativa de Washington de
mantener el orden en el
país.
Sus atentados contra la
democracia y los derechos
humanos y supatrocinio a la
narcocorrupción no preocu-
paban, en esos momentos, a
EU.
Poseído de un poder ili-
mitadoenPanamá, sucruel-
dad e inclinaciónpor las tác-
ticas burdas pronto lo im-
pulsaron a cometer acciones
imprudentes que, si bien no
lo privaron inmediatamente
de los afectos de Washin-
gton, sí fueron creándole tan
mala prensa que al poco
tiempo harían imposible
que EU siguiera respaldán-
dolo a través de sus canales
oficiales.
En 1984, mediante un es-
candaloso fraude electoral
impuso en la presidencia de
Panamá a Nicolás Ardito
Barletta, candidatodelPRD,
Washington felicitó a Pana-
má y envió al secretario de
Estado George Schultz a la
toma de posesión, lo que
produjo malestar en el país,
pues la elección presidencial
había sido cándidamente
vista por la ciudadanía pa-
nameña como unmedio pa-
cífico para retornar al redil
democrático.
La indignación ciudada-
na adquirió ribetes sin pre-
cedentes cuando el cadáver
sin cabeza de Hugo Spada-
fora apareció en una zanja
costarricense, muy cerca de
la frontera con Panamá
(1985). El año siguiente un
largo reportaje en
The New
York Times
(12 de junio),
por el laureado periodista
Seymour M. Hersh, expuso
la naturaleza venal y repre-
siva de la dictadura militar,
afirmando que sus activida-
des ilícitaseranconocidasen
la Casa Blanca, el Departa-
mento de Estado, el Pentá-
gono y los servicios de inte-
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